lunes, 27 de abril de 2015

Los juguetes no entienden de sexo

Si echo la vista atrás, tengo recuerdos de una infancia en la que jugué con muñecas, con tazas de café y teteras, con barbies "perfectas" de talla 90-60-90 que tenían descapotable y un amplio armario de modelitos que enfundarse. Tengo recuerdos de fregonas y escobas de juguete, de kits de maquillaje para niñas, de muñecos Pinypon, de carritos, cunitas y casitas de muñecas. Tengo recuerdos de muñecas "meonas" a las que cambiar el pañal, de la comba y el elástico, de canciones con las que jugar a la pelota, de juegos de palmitas y de una bicicleta rosa.

Doy gracias a que también recuerdo que nadie me prohibió jugar con los soldaditos de plástico de mis tíos con quienes crecí como si fueran mis hermanos mayores, ni con el monopatín de uno de ellos, ni con sus juegos de mesa, ni las canicas, ni los coches de carreras, ni el fuerte de los Playmobil, ni con el barco pirata, ni con la colección de animales que fue de mi padre. También agradezco la cantidad de mundos que me descubrió mi madre inculcándome el amor por la lectura; colecciones enteras de cuentos primero, novelas después, teatro gracias al colegio y algunos libros de poesía también.

Es posible que como consecuencia de tener una mente abierta no puedo evitar sorprenderme de que el mundo y algunas jugueterías puedan seguir estando divididas en juguetes de niña y niño, de que nos asombremos porque un niño se interese por jugar a las muñecas, de que no pensemos en regalarle a una niña un kit de construcciones, unas herramientas o un camión de bomberos. De que el rosa siga considerándose femenino, y de que si un bebé va vestido de azul asumamos que es un varón. Hoy el mundo es menos sexista de lo que lo era antes, pero aún no lo hemos cambiado lo suficiente. Todavía quedan tópicos que derribar y princesas a las que descubrir que no les hace falta un príncipe azul para ser felices.

A mi hija, y si me dejas a la tuya, quiero decirle que ella puede usar un destornillador, un taladro o un serrucho, que puede cambiar una bombilla, arreglar un enchufe y pintar las paredes de su casa. Por supuesto que todo eso se hace mejor en compañía, pero quiero que sepa que ella es y será capaz de hacer cada cosa que se proponga, es inteligente y capacitada y no tiene que depender de ningún hombre, y no por eso va a ser menos mujer, sino al contrario, estará siendo más persona. También quiero que aprenda a cocinar, a lavar, a planchar, a coser un botón y a hacer tartas de cumpleaños, pero sólo porque el cúmulo de las primeras y las últimas cosas es lo que le hará ser más independiente; y sí, todo eso también se hace mejor en compañía.

Eso es lo que yo le diría a mi hija, pero también a mi hijo si lo tuviera. A un hombre también hay que educarle para ser válido, independiente y suficiente por sí mismo. No porque juegue con muñecas, con cocinitas y porque haga como que compra en el supermercado nos va a salir "mariquita", ¿pero y si sale qué? ¿vamos a querer menos a nuestro hijo porque decida que le gustan los hombres? ¿Dejaremos de hablar a nuestra hija porque se sienta atraída por mujeres? Estamos en el siglo XXI y algo que caracteriza al ser humano es la evolución, así que hagamos gala de ella y seamos más transigentes, tolerantes y comprensivos, especialmente con nuestros hijos que nos necesitan y requieren de nuestro apoyo moral para llegar a ser las grandes personas que esperamos de ellos.

Pero volviendo a la idea primera, no, el niño no va a ser menos hombre por hacer cosas que hasta ahora habíamos catalogado como "de mujeres", porque en realidad no son cosas de mujeres, sino cosas de personas involucradas en las tareas de la casa, de individuos implicados en el cuidado de los demás, y por qué no, de sí mismos; ya que en ellos también redundan las tareas domésticas. Cuando juegan están aprendiendo, repiten roles que ven en los adultos, en cierta forma están "jugando a ser mayor" y a tener responsabilidades, algo que en ese preciso momento no lo ven como tal, sino como mero entretenimiento. En una casa viven hombres y mujeres, niños y niñas, y para que todos convivan y todos sean capaces de poder elegir qué quieren hacer en la vida tienen que aprender a hacer de todo, y si no al menos a saber que todas esas tareas son parte de la cotidianidad. Que si no las hacen sea por elección propia, no porque alguien les diga que no pueden hacer esto o lo otro por ser hombre o mujer.

Depende de nosotros -de los padres- que el día de mañana nuestros hijos sigan evolucionando y ayuden a otras personitas a continuar la tarea. Somos responsables de que el rosa no sea solo un color de niñas y el azul se relacione directamente a los niños, en nuestra mano está el cambiar esos esquemas que aprisionan la creatividad y la disposición innata de nuestros hijos, así que no les pongamos barreras, ni etiquetas, ni mermemos su creatividad; no les hagamos envejecer de golpe, y si podemos, preservemos el espíritu de niño que llevan dentro. ¿Cómo lo hacemos? encontrando al nuestro. Buscad bien, estoy segura de que si aún estáis leyendo esto, todavía no os ha abandonado. :-)


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