viernes, 24 de julio de 2015

Las once primeras veces más tiernas de un bebé

Las primeras veces que hacemos algo siempre suele ser una fecha que marcar en el calendario. Por eso, cuando se trata de un bebé, muchos padres quieren capturar cada detalle, cada momento, e inmortalizarlo; ya sea a base de instantáneas -y ahora con los dispositivos móviles más todavía; de hecho cuando nació mi hija admito que tomaba fotos de ella cada día y a cada momento-, a través de videos o simplemente dejando constancia anotándolo en el libro del bebé, si es que disponen de uno. Además, cada día parece estar más de moda regalar un libro de anotaciones de la vida de la criatura, y si no está de moda desde donde quiera que me leáis, que sepáis que aquí en Reino Unido sí :)

Hoy he seleccionado una serie de primeras veces que vivimos con nuestros hijos que en cierta forma nos marcan, y si no anotamos o inmortalizamos, seguro que quedarán grabadas en nuestra memoria.

1. La primera vez que se cruzan vuestras miradas. Creo que nadie dudará que puede ser uno de los momentos más emotivos en nuestras vidas como padres, cuando tan pequeñitos te miran a los ojos y comprendes que aunque está fuera de tu cuerpo sigue siendo parte de ti, se han llevado un trozo de tu ser que nunca será reemplazable.

2. El primer baño. A mi niña no la bañaron en el hospital, sino que lo hicimos nosotros en casa en un ambiente muy relajado e íntimo. Decían que lo retrasáramos cuanto pudiéramos ya que el uso de jabones (incluso los supuestamente pensados para bebés) pueden favorecer que aparezcan irritaciones en la piel, así que nosotros lo fuimos dejando y al final fue al tercer día de nacer. Pensaréis que vaya guarrada, pero la verdad que toda la película blanca que la rodeaba fue absorbida por su piel, cuando nos dieron el alta al día siguiente parecía que estaba limpia y tampoco olía a nada, solo a bebé. El mejor olor del mundo.

3. La primera sonrisa. En mi caso la primera vez que vi a mi hija enmarcar una sonrisa en su cara fue después de subirme la leche, cuando por fin se quedó más que saciada. Esa cara no la borraré de mi mente, era sinónimo de plenitud, parecía que no necesitaba nada más para ser feliz.

4. Ese momento en el que dice su primera palabra. Y resulta que nadie nos cree. Menos mal que hoy están los  móviles y es más fácil dejar constancia, aunque siguiendo la todopoderosa ley de Murphy, seguro que en el momento en el que empecemos a grabar nuestro bebé no dirá ni una palabra, o lo que es peor; se pondrá a llorar.

5. La primera vez que duermen durante toda la noche. Esta más que para anotarla es para llorar de emoción o hacer una fiesta, al menos en mi caso; que mi peque ya tiene dos años y todavía puedo contar con los dedos de las manos las veces que esto ha pasado.

6. Sus primeros pasos. Y esa cara de tontos que se nos queda al verles avanzar, para salir corriendo en ese momento, que siempre llega, de inestabilidad y batacazo. Pero es así como aprenden, y el hombre es el único animal capaz de caer dos veces en la misma piedra, y tres, y cuatro, y cinco...

7. El momento en el que asoma el primer diente, cuando ya debemos empezar a enseñarles el hábito de usar el cepillo y esa imagen de un bebé de alrededor de seis meses, con un minicepillo en la mano, mostrando un dientecito que ni se llega a ensuciar resulta poco menos que cómica. Padres del mundo saquen sus cámaras, sus hijos se reirán cuando sean mayores y a ustedes les quedará un bonito recuerdo.

8. Cuando intentan comer solos. Y todo lo que consiguen es ponerse perdidos, el suelo lleno de comida y por supuesto su sillita también. Pero nosotros tenemos material fotográfico para rato porque nos hace mucha gracia verles llenos de yogur, puré, o con toda la cara llena de chocolate cuando son algo más mayores.

9. La visita al peluquero. Las primeras veces que intenté cortarle el pelo a mi hija no tuve mucha suerte en que se dejara hacer, eso unido al hecho de que no soy peluquera y desconozco la mejor manera de proceder, supongo que hicieron que pronto me decidiera a dejar a mi niña en las manos de una profesional. Ese momento en el que la sientan en la silla frente al espejo y le colocan la capa fue bastante curioso, se quedó petrificada y se dejó hacer. Luego imitaba el sonido del secador, le hizo más gracia que escucharlo en casa. Lo llego a saber antes y no me lo pienso tanto.

10. Cuando se suben a un columpio por primera vez. Mi hija debía tener alrededor de un año y creo que hasta entonces nunca la había escuchado reír de esa manera. Una carcajada limpia e interminable que resonaba en mi cabeza, entonces me di cuenta de lo poco que hace falta para hacer feliz a un niño. Además, ahora con los columpios con cesta es más fácil para los más pequeños disfrutar de este columpio sin que a los padres nos de mucho dolor de cabeza pensando en si se caerán o no.

11. La primera vez que tratan de cantar una canción. Y tú te ves como una idiota intentando averiguar qué canción era con la ayuda de Internet, porque en las guardes ya te podían decir qué canciones han estado aprendiendo, así nos ahorraríamos labores de investigación muy duras, dignas de detectives tan famosos como el inspector Gadget. Pero es entonces cuando reparas en lo que ha crecido tu bebé, y te das cuenta de que está abandonando esa etapa tan tierna, preparándose para un millón más de primeras veces, y tú no te quieres perder ninguna.


Y para ti, ¿cuál fue la primera vez más tierna de tu bebé?

martes, 21 de julio de 2015

Croquetas caseras fáciles

Qué me gusta la cocina de mi tierra, esos sabores que me recuerdan a mi niñez y que de alguna forma me gustaría que mi hija llegue a conocer a pesar de criarse en la distancia, con una cultura y unas costumbres que a veces difieren bastante de aquellas que sus padres conocemos bien. Y gracias a que no me disgusta la cocina, de vez en cuando intento recrear los sabores que evocan mis tiempos pasados, como ayer; que me dio por hacer croquetas.

Yo nunca he sido muy fan de hacer croquetas, otra cosa era comérmelas, de eso si que era -y soy- fan. Tampoco he aprendido nunca de nadie, ya que mi madre era prototipo de ese eslogan de las Malasmadres que dice "mi mamá no sabe hacer croquetas pero de noche me lleva a la luna". Sí, en mi infancia mi madre era más de contarme cuentos y quedarse conmigo hasta que me durmiera, en vez de hacerme croquetas o especialidades culinarias que llevasen demasiado tiempo en la cocina. Y es que mi madre siendo yo bien pequeñita también trabajaba en la calle, eso hace, como ya sabéis, que el tiempo en casa tenga que cundir el doble porque pasas menos del que, a veces, te gustaría. Entonces mi madre era especialista en pasta, me encantaba la boloñesa casera de mi madre. De aquella época no recuerdo mucho más de su cocina, pero cuando mi hermano nació entonces ya se quedó en casa a cuidarnos, en parte también porque empeoró de su enfermedad; y fue entonces cuando poco a poco, programa de Arguiñano tras programa de Arguiñano, mi madre se hizo toda una experta en la cocina. Pero igualmente no recuerdo si hacía croquetas.

Volviendo al tema de las croquetas de ayer, surgieron un poco de la nada. Más caseras imposibles, echándole un poco de imaginación, cogiendo las sobras del pescado de hace un par de días y añadiendo una cosita de aquí y otra de allá. Es que mi marido no es muy fan del pescado que tenga espinas, y me dejó un par de algo parecido a las acedías, ya fritas, para la muestra. Como si aquí el pescado lo regalaran... Entonces decidí hacer croquetas de pescado, pero las dos piezas juntas no eran suficiente para la masa; así que añadí unas gambas y unos palitos de cangrejo. ¿El resultado? Unas croquetas de concurso, además conseguí una textura cremosa y al liarlas me quedaron con aspecto homogéneo, tan bonitas que parecían compradas en la tienda. ¿Cómo hice para conseguirlo? Peppa Pig me echó un cable cuidando de la peque, porque aunque parezca trabajoso, hacer la masa es lo más rápido y en 15 minutos estaba lista. Para liarlas sí que tuve que recurrir a los recursos de papá para entretener a la niña. Cosas de padres.



INGREDIENTES para la masa de unas 26 croquetas:
2 piezas de pescado tipo acedías, ya fritas, sin espinas.
400 gramos de gambas
vino blanco
10 palitos de cangrejo
3 cucharas de harina de trigo
1 cebolla pequeña
8 cucharas de aceite de oliva virgen extra
2 huevos
pan rallado
leche
nuez moscada
sal

PASOS A SEGUIR
Lo primero que hice fue picar la cebolla muy fina y la puse en una sartén con el aceite de oliva a fuego medio para que fuese dorando. En otra sartén algo más pequeña, y al mismo tiempo, hice las gambas con un poco de vino blanco, ya que eran congeladas y así les añadía un toque de sabor. Una vez la cebolla estuvo dorada le añadí las tres cucharas de harina y mezclé todo, para que se impregnara de aceite, se fuera cocinando y la harina no quedase cruda; moviendo siempre con una espátula -en mi caso la usé de silicona, que son muy flexibles- para que no se quemara. 

Cuando la harina ya estaba dorada empecé a añadir la leche para hacer la salsa bechamel. No he detallado cantidad de leche porque sinceramente lo hice un poco a ojo. Removiendo poco a poco siempre en una misma dirección para evitar que se formen grumos, añadí la nuez moscada y una pizca de sal cuando la textura de la bechamel era más bien cremosa, no líquida. Luego troceé las gambas y los palitos de cangrejo, así como el pescado; que puede ser sustituido por cualquier otro tipo de pescado que os apetezca o tengáis en casa. Después lo añadí a la masa y mezclé todo cuidadosamente con la espátula. En caso de que en la sartén quede todavía un poquito de vino, se le puede añadir a la masa, ya que en el hervor habrá perdido el alcohol, pero le seguirá aportando sabor a la mezcla. 

Una vez estuvo todo en la sartén, reservé del fuego y dejé enfriar. Cuando pierde el calor, es importante dejar reposar la masa. Yo la tapé con film transparente y la dejé en el frigorífico hasta el día siguiente. No tenía pan rallado, así que fui a un par de tiendas a buscar pero no hubo manera de encontrarlo. ¿Qué hice? En mi caso cogí una bolsa de biscotes y metí unos cuantos en la picadora. El resultado fue un polvo de pan muy fino que me vino estupendo para dar forma a las croquetas. Si no tenéis biscotes ni pan rallado, siempre podéis tostar el pan vosotros mismos, con cuidado de que no se queme, y meterlo en la picadora.

Manos a la obra. Cogí una cuchara para ir tomando porciones de la masa y que más o menos todas llevaran la misma cantidad. Entonces, con las manos bien limpias y los anillos fuera (no quiere decir que antes no las tuviera limpias sino que lo estoy recalcando, ya que vamos a manipular la masa directamente con nuestra diestra y siniestra; pero asumo que todos antes de cocinar nos lavamos las manos ¿o no?) vamos dando forma a las porciones, pequeñas bolitas que luego achataremos para que tomen una forma algo más alargada, como de croqueta ;-) 

Al principio me dediqué a ir una por una pasándola por pan rallado, justo después de hacer la forma. Sin embargo, más o menos a la mitad del trabajo, decidí que sería más rápido hacerlas todas y apoyarlas mientras tanto en la zona que iba quedando vacía en la sartén, para después rebozarlas todas a la vez en pan. Una vez hechas, llegó el momento de pasarlas por huevo y de nuevo otra vez por pan. Esta vez el primer pan rallado se me había terminado así que volví a hacer lo propio con otras tostadas, pero en esta ocasión les di menos tiempo de triturado y quedaron trocitos de pan algo más grandes; de esta forma a la hora de freír las croquetas quedaron más crujientes. 

Cuando me puse a freír tuve en cuenta dos cosas: la primera que el aceite estuviera bien caliente para que la croqueta no fuera absorbiendo aceite y quedara poco crujiente, la segunda es que usé aceite de oliva virgen extra que les da un olor y un sabor muy ricos, para nada fuerte. Además de que este aceite aguanta mejor las altas temperaturas sin que afecte demasiado a sus propiedades. Una vez fritas las dejé reposar en un papel absorbente para restar los excesos de aceite, y cuando estuvieron listas para comer las devoramos. A la peque le encantaron, y a nosotros más. La pena es lo que se ensucia haciendo croquetas, lo que se tarda en hacerlas, y lo rápido que se van del plato, eso sí; las disfrutamos. 

¿Os atrevéis a hacerlas? ;-)



jueves, 9 de julio de 2015

Días que no se olvidan




Hoy es un día especial... 

Dos años hace ya de la primera vez que te sostuve en brazos, tan húmeda, pegajosa y cálida, con esos ojos abiertos tan grandes y, para mi sorpresa, con esas lágrimas que rodaban por tus mejillas demostrando disconformidad con el hecho de que te hubieran empujado a salir al mundo. 

Dos años de la primera vez que nuestras miradas se cruzaron y comprendí que mi vida de repente había cambiado; ya no era sólo yo, sino tú conmigo. Has crecido mucho desde ese primer día en el que sin decir nada nos dijimos todo. Por fuera y por dentro vas abandonando el bebé que eras y te vas convirtiendo en una niña independiente, siempre despierta, sociable y cariñosa, aunque también con temperamento, no te lo voy a negar. 

Hoy cumples dos años, y nosotros contigo como padres, inmensamente felices de tenerte en nuestras vidas. Te aseguro que no cambio ninguna de las noches en vela, ni las ojeras, ni el cansancio, si eso significa que no estás junto a mi; porque a cambio también tengo tus abrazos y tus besos, tus miradas y tu risa, y el privilegio de verte crecer cada día. Eso no lo cambio por nada.  

Feliz cumpleaños mi niña.
Te quiere, mamá.